Perder a un ser querido puede ser muy difícil, y por lo regular, esto le trae muchos retos a nuestra vida. Pero no importa lo difíciles que sean esos momentos, las Escrituras nos prometen una salida. No importa los desafíos que enfrentemos, siempre podremos vencerlos porque estamos en Cristo Jesús (2 Corintios 2:14).

Una de las cosas que anima a las personas que están atravesando esos momentos difíciles es la seguridad de que, cuando un ser querido que conocía a Jesús, se va a casa con el Señor, la Biblia nos ofrece una esperanza para el futuro. Es probable que permanezcamos tristes por cierto tiempo, sin embargo, nada de eso se compara con aquellos que no tienen esperanza, o acarrean una carga de culpabilidad.

Otra forma de animarnos, es que en la Palabra de Dios se nos promete que cuando Jesús regrese, los que estén vivos y los que estén durmiendo serán levantados juntos para vivir con Él por la eternidad.

El ser querido que se ha marchado para estar con Jesús, sólo se ha ido por un tiempo. Pues lo volveremos a ver. Para tener la paz y el consuelo que el Espíritu Santo nos ofrece, debemos ver esa situación a través de los ojos de la eternidad (1 Tesalonicenses 4:13-18; 1 Corintios 15; 2 Corintios 5).

Y no olvides: Dios nos ama y tiene cuidado de nosotros (1 Pedro 5:7). Él nos ha llamado para que cumplamos nuestro propósito en esta vida. Y cuando permitimos que el dolor y la culpabilidad nos agobien, estamos robando lo mejor de Dios para nosotros.

Nuestros seres queridos que se han ido al cielo, experimentaron de manera inmediata la gloria de Dios, y ahora están junto a todos los santos en el cielo animándonos (Hebreos 12:1-2). Necesitamos recibir ese ánimo, terminar nuestro camino y hacer todo lo posible por cumplir nuestro llamado. Y muy pronto, estaremos todos juntos con el Señor.