La respuesta a esta interrogante es muy sencilla, la encontramos en 1 Juan 4:8: «…Dios es amor». Todos los aspectos de la naturaleza de Dios, comienzan con esa característica en particular: Dios es un Dios de amor y compasión, y Sus intenciones para la humanidad siempre serán buenas (Génesis 1-2).
Entonces, ¿por qué continuamos viendo muertes, guerras y aflicción en el mundo? Esto sucede porque la humanidad ha escogido rechazar el buen plan que Dios ofrece (Génesis 3). La muerte y la destrucción no son el plan de Dios. Eso sólo es el resultado del uso que el hombre y la mujer le han dado al libre albedrío que Dios les dio, escogiendo la muerte en lugar de la vida.
El amor de Dios se continúa manifestando, incluso en la condición de destrucción y aflicción que se encuentra el mundo. Él nos dio una salida —la cual consiste en escoger la vida por medio de hacer a Jesús nuestro Señor y Salvador (Juan 14:6)—. La Palabra de Dios nos enseña que, si creemos en nuestro corazón que Dios resucitó a Jesús, y confesamos que Jesús es nuestro Señor, seremos salvos (Romanos 10:9-10).
La opción que Dios nos da para escoger, no se trata de seguir una religión o un sistema de creencias. Sino permitirle cambiar por completo nuestra vida, y que nos haga nuevas criaturas en Él (2 Corintios 5:17). Sólo existe un verdadero Dios. Así que no debemos enfocarnos en encontrar un dios que encaje en nuestro concepto de lo que dios debe ser; sino ver al único y verdadero Dios por quien Él es, y aceptar la salvación que nos ofrece.
El amor incondicional ofrece la salvación como un regalo, el cual puede recibirse a través del sacrificio que Jesús hizo por nosotros: «Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8, RV95). Fue en la Cruz donde Dios puso el castigo en Jesús de nuestros pecados; a fin de que podamos ser la justicia de Dios a través de la fe en Él (2 Corintios 5:21). En Juan 3:16 dice: «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna» (RV95).